Aproximación a los Montes Torozos

Estos bosques de páramo suponen la mayor mancha de frondosas del centro de la submeseta norte. Su gestión y nuevos usos de suelo comprometen el futuro de este espacio único en el corazón de Castilla y León.


CONTEXTO FÍSICO E HISTÓRICO

Los Montes Torozos son un páramo de unas 150.000 ha con una altitud media de 850 m.s.n.m., que surca la Provincia de Valladolid, desde el límite provincial con Zamora hasta la ciudad de Palencia, delimitado físicamente por los ríos Carrión, Pisuerga y Duero de Este a Sur y por la gran llanura de Tierra de Campos al Norte y Oeste.

En estos páramos el sustrato dominante son las calizas a techo, con suelos rojos, poco profundos y karstificados. Su precipitación media anual ronda los 500 mm y de ellos nacen tres riachuelos: Bajóz, Hornija y Hontanija.

Su nombre según indica el arqueólogo e historiador Federico Wattenberg, provendría de la palabra con raíz celtibérica “Taraza” cuyo significado es frontera, no solo porque marca el paso entre la vasta llanura terracampina y el valle del Duero, sino porque durante siglos fue su función, primero como tierra quemada en la Reconquista separando los dominios de cristianos y musulmanes, pero más también lo fue entre los reinos de Castilla y de León. Otras denominaciones comunes fueron la de Montes de los Alcores o de Rioseco.

Autor: Sergio F. Pérez Paniagua

Según el Catastro del Marqués de la Ensenada (1749) la superficie de los Montes Torozos se cifraba en 3290 ha, de las cuales tan solo 576 pertenecían a la nobleza, el resto eran montes comunales pertenecientes a los concejos
municipales. Sin embargo, la deforestación secular a la que habían sido sometidos, era ya notable en dicha época “no es ya tan poblada ni tan continuada de árboles como se supone haber sido antiguamente,  aunque hay trechos que cuentan leguas de espesura” (PONZ. A. 1788)1.

Pero fueron las roturaciones tras la Guerra de la Independencia y las Desamortizaciones liberales, las que lograron reducir 15.000 ha entre los siglos XVII y XIX para destinarlas a tierras de cultivo, aunque  también se usó como excusa el evitar dar refugio a bandoleros como los Fernandines o Blanqueta. Incluso en pleno siglo XX se redujeron otras 5.000 ha.

Estos montes, salvados en gran medida por su proximidad a Tierra de Campos, el granero de Castilla, apenas fueron roturados hasta la caída del Antiguo Régimen, pues las localidades de su interior basaban su economía en la extracción de leñas, el carboneo, obtención de curtientes de su casca, la caza, el cultivo de las fértiles vegas y vallejos que los surcan y el pastoreo, principalmente de ovino y caprino.

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ANÁLISIS FORESTAL

Los bosques que encontramos en los Montes Torozos, constituyen geobotánicamente una prolongación de los carrascales de paramera del Sistema Ibérico Norte2.

Históricamente han estado conformados por manchas de Encina (Quercus ilex subsp. ballota) y Quejigo (Q. faginea), existiendo rodales que presentan híbridos de ambas especies. En la última mitad del siglo XX se iniciaron repoblaciones usando principalmente Pino carrasco (Pinus halepensis) dentro de los diversos Planes Nacionales de Repoblación Forestal, y continuándose a finales de siglo con Pino piñonero (P. pinea) dentro del Plan de Forestación de Tierras Agrícolas, generando masas puras de coníferas o mistas entre el bosque esclerófilo autóctono y las coníferas plantadas.

Aunque la superficie forestal ha aumentado, el abandono de la gestión forestal está comprometiendo el futuro de varios de estos montes, pues muchos de ellos precisan de resalveos y claras. Los tratamientos selvícolas más frecuentes han sido la matarrasa, los resalveos y podas a horca y pendón. Entre los usos actuales más destacables se encuentran el aprovechamiento apícola, la caza y el aprovechamiento micológico regulado formado parte del Acotado VA-50.001.

Autor: Sergio F. Pérez Paniagua

Los actuales montes de quercíneas aun presentando atalayas, árboles lobo destinados a la obtención de brinzales, están dominados por montes medios o bajos, estos últimos densos y con cepa envejecida. Por otro lado, los quejigares, aun adaptándose bastante mejor que la encina en algunas zonas, fueron poco a poco sustituidos por esta última, algo similar sucedió con el Enebros (Juniperus communis), especie extinta en la comarca de la que solo queda como testigo el nombre del pueblo de Valdenebro de los Valles. Esta perdida de biodiversidad y desestructuración de las masas queda patente al observar registros pasados “las plantas son regularmente carrascos, encinas, robles, y en las praderas, fresnos con otros árboles y arbustos” (PONZ. A. 1788)1.

 

Entre el cortejo florístico de los rodales mejor conservados de los Montes Torozos destacan Rhamnus saxatilis, Rhamnus alaternus, Crataegus monogyna, Prunus spinosa, Rosa spp., Lonicera etrusca, Dorycnium pentaphyllum, Salvia lavandulifolia, Thymus zygis, Linum suffructicosum, Bupleurum spp., Phlomis lychnitis, y en las zonas más descalcificadas Cistus laurifolius y Halimium umbellatum. Además, en algunas zonas el suelo está densamente cubierto por líquenes como Cladonia gr. foliosa.

En cuanto a su fauna una de las primeras referencias aparece el Libro de la Montería de Alfonso XI3, donde se reflejaba “es bueno de oso et de puerco en verano, et en invierno, et en tiempo de grana”. Salvo por la extinción del oso esto no ha cambiado como demuestra un jabalí de 218 kg abatido a principios de 2020 de los mayores trofeos obtenidos en la comunidad.

Por otro lado, es refugio de gran variedad de fauna como el lobo ibérico, corzo, diversas rapaces forestales y otros grupos taxonómicos cuyas únicas poblaciones al Norte del río Duero se encuentran representadas en estas masas aisladas.

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UNA PROTECCIÓN INEFECTIVA

La falta de corredores y el aislamiento de estas masas llevaron a su declaración como LIC “Montes Torozos y Páramo de Torquemada-Astudillo” en 2004, con una superficie total de 229,82 km2. La realidad refleja una situación bastante distinta, pues la falta de gestión forestal está provocando el decaimiento de las masas, los nuevos campos eólicos han logrado sitiar los distintos montes que forman el LIC, así como la intensificación agrícola que en los últimos tiempos se ha tornado hacia cultivos de regadío y no abandona los cascajares con preferente uso forestal.


Bibliografía:

1- PONZ, ANTONIO; 1785. Viaje de España: en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse que hay en ella. Publicación D. Joachin Ibarra. Madrid.

2- BLANCO CASTRO, E. et al.; 2005. Los bosques ibéricos: Una aproximación geobotánica. Editorial Planeta. Barcelona. 291-292.

3- VIELBA INFANTE, E.; 2018. De alimañas a especies protegidas: osos, lobos y otros animales amenazados en las montañas de Palencia y Cantabria. Aruz Ediciones. Palencia. 30.


Sobre el autor:

Sergio F. Pérez Paniagua – Ingeniero Forestal y del Medio Natural.
Estudió Ingeniería Forestal y del Medio Natural en la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia.

Interesado en la gestión forestal, los sistemas agrosilvopastorales y sus aprovechamientos tradicionales. Es aficionado a la fotografía de naturaleza, gracias a la que divulga la ciencia forestal desde su cuenta de Instagram @descubre_el_monte

Ha realizado varias exposiciones, voluntariado ambiental y actividades de educación ambiental. También ha sido colaborador en varias asociaciones de ámbito medioambiental como SEO-Valladolid, ARBA-VA (Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono) y ACENVA (Asociación para la Conservación y Estudio de la Naturaleza de Valladolid).

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